Sabemos que la vida nos acaba dando muchos golpes, puesto que normalmente las cosas no salen como nosotros queremos. Sin embargo, muchas veces la solución a estas situaciones depende de nosotros mismos.
Por ejemplo, podemos salir contentos de un examen pensando que lo hemos hecho perfectamente y cuando nos encontramos con una nota por debajo de lo esperado, nos invade una mezcla de sentimientos: sorpresa, pena, frustración, desesperanza, o incertidumbre, entre otros. Es en este momento cuando nos surgen cuestiones como: ¿Qué ha pasado? ¿Y si le hubiese prestado más atención a la asignatura? ¿Y si no lo tenía claro? ¿Y si hubiera estudiado más? Estas preguntas suelen permanecer en nuestra mente de manera incesante y recurrente. La solución no se haya en encontrar una respuesta concisa a cada una de ellas, sino en recordar que estás estudiando lo que te gusta y en hallar respuesta a otro tipo de cuestiones, como: ¿Cuándo voy a estudiar más sobre la materia? ¿Cuándo podré ir a ver al profesor para que resuelva mis dudas? ¿Cómo voy a organizarme para la recuperación (o para estudiar más el próximo curso)?
Habitualmente frente a este tipo de situaciones en las que las cosas no suceden cómo quisiéramos que fuesen, nos enfrentamos a preguntas de tipo condicional (¿Y si…?). Pero este tipo de preguntas vienen referidas a acciones del pasado, a cosas que no podemos cambiar porqué ya han ocurrido. Tenemos que ser capaces de no arrepentirnos de nuestras propias decisiones del pasado, porque somos nosotros mismos quienes las hemos tomado. De estos hechos del pasado solamente se puede aprender, pues todo nuestro pasado (decisiones, acciones o sucesos) forma parte de la solución a las cuestiones que tenemos que resolver para poder continuar hacia adelante y afrontar con éxito los problemas que vayan surgiendo en nuestro camino.
En situaciones como las mencionadas anteriormente, por ejemplo, cuando obtenemos una nota por debajo de lo esperado o suspendemos un examen, resulta más eficaz analizar la situación que nos ha llevado a obtener un resultado no deseado, que enfadarse con uno mismo o con el profesor porque haya ocurrido esto. De esta manera, una vez hayamos analizado las diferentes opciones (si lo que necesitábamos era estudiar más, estar más centrados en las clases, realizar más ejercicios sobre la materia, o ser más constantes en nuestro estudio, en vez de apurar hasta el día anterior al examen) hemos de programar cuál va a ser la estrategia a seguir para que no vuelva a sucedernos lo mismo.
Una vez elegida la estrategia de afrontamiento para resolver nuestros problemas, hemos de llevar a cabo una tarea no menos complicada, ponerla en práctica. Muchas veces nos resulta difícil ser consecuentes con las soluciones que tomamos para resolver nuestros problemas, aunque sepamos qué son las que nos resultan más convenientes. Pero debemos ser capaces de dar todo lo que esté en nuestras manos para hacerlo posible, porqué nadie nos va a regalar los aprobados, las becas ni los empleos. Es por ello que necesitamos distribuir nuestro tiempo de manera óptima, para que de este modo podamos compaginar el estudio y el trabajo, sin olvidarnos de la familia ni de nuestros amigos.
Pero sobretodo, cuando más duro sea el golpe que hemos recibido o más grande ha sido nuestra decepción, es cuando hemos de responder con mayor vitalidad y mayor espíritu combativo, rechazando rotundamente la posibilidad de rendirnos. En nuestro interior podremos estar pasándolo mal y estar preocupados por la opinión que tendrá la gente que nos importa sobre nosotros por haber suspendido una asignatura, pero hemos de aceptar esos sentimientos negativos y sobreponernos reforzando nuestro espíritu de superación y coraje para resolver esta situación problemática. Esta manera de afrontar los problemas puede resultar utópica, pero en realidad mi experiencia es que ésta es la mejor forma de afrontar este tipo de situaciones problemáticas, tanto durante la época de exámenes como en el resto de situaciones a las que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida.
Post realizado por Juan Miguel Ribera Puchades